A Carmen, por la libertad

Buscó los restos perdidos para honrar la gesta de los Coloraos y devolverlos al Pingurucho

Los restos exhumados en el cementerio se corresponderían con Los Coloraos, según el análisis previo.
Los restos exhumados en el cementerio se corresponderían con Los Coloraos, según el análisis previo. La Voz
Moisés S. Palmero Aranda
12:50 • 01 may. 2024

Carmen no navegó desde Gibraltar para hacerle jurar al absolutista Fernando VII la Constitución de Cádiz de 1812; ni desembarcó en Almería dispuesta a dar la vida por la libertad; ni sintió la traición, el desasosiego y la frustración de ser apresada y no conseguir el apoyo popular; ni aquel 24 de agosto de 1824 fue fusilada a las afueras de la ciudad, sin juicio, de rodillas y por la espalda, vistiendo la casaca colorada del uniforme de la marina británica.



Ni siquiera había nacido cuando en 1943, para no contrariar al dictador que visitaría la ciudad, desmontaron el monumento dedicado a los Mártires de la Libertad de la Plaza Vieja y sacaron los restos que allí descansaban, y que habían estado dando tumbos desde que en 1837 construyesen un modesto cenotafio para honrarlos en el cementerio de Belén. 



Vivió, como el resto de almerienses, sin conocer qué pasó con los huesos de aquellos hombres que dieron su vida por la libertad, la justicia y la democracia; ni por qué las piedras del monumento desaparecían sin que nadie lo reconstruyese, como prometieron, en la Plaza de Pavía.



Carmen, a la que le encantaba pintar, no sabía qué jubilada escribiría su primer libro sobre la larga construcción del Teatro Cervantes de Almería, al que le seguiría «El Colorao no es rojo», donde rescata esta historia, y con el que nos ha dado una lección que no deberíamos olvidar, pero que olvidaremos.



Buscó los restos perdidos para honrar la gesta de estos hombres y devolverlos al lugar de donde nunca debieron salir. En el cementerio no los encontró por sus nombres, hasta que pensó que por Mártires de la Libertad podrían aparecer. Olvidados en un nicho que llevaba años sin encalar, aparecieron. Lo adecentó, puso una modesta plaquita para recordarlos y cada año, mientras los políticos celebraban con el boato acostumbrado el homenaje oficial y planeaban volver a desmontar el monumento y talar el Bosque que lo rodea, los visitaban en el cementerio de San José con un modesto ramo de flores.



Carmen intentó explicarle al antiguo alcalde de Almería que retirar el monumento era un gran error y que habría que aprovechar el bicentenario de su ejecución para honrarlos. Obcecado en su idea ilegal e inmoral de dejar una plaza diáfana, ni siquiera se dignó a recibirla.



Busco apoyos, se sumó a varias asociaciones culturales y ambientales de la ciudad, y denunciaron la tropelía, el acto de despotismo, que finalmente la Justicia paralizó. 



Preside la Asociación Para la Conmemoración del Bicentenario de los Coloraos, y hace unos días asistió a la exhumación de los restos de estos héroes y, a expensas de la prueba definitiva, la constatación de que los huesos fragmentados pertenecen a 22 varones.


La alcaldesa, cómplice de la ilegalidad que pertrechó su antecesor, presume del nuevo diseño de la Plaza Vieja, con el Bosque que judicialmente le han prohibido cortar, y anunciando que los restos volverán al Pingurucho.

 

Carmen no lo sabe, pero su constancia ha dignificado, no solo a aquellos mártires, también a los libros, a los escritores autopublicados, a los investigadores que nos recuerdan de dónde venimos, a la participación ciudadana y, por supuesto, a la justicia y libertad. 


Humilde dirá que el mérito no es solo suyo, que sin la ayuda de mucha gente no se hubiese conseguido jamás. Y tiene razón, pero no podemos negar que este triunfo le pertenece. Espero que el día que los restos conviertan el monumento en cenotafio, los hipócritas políticos no posen para la foto, y que junto al recuerdo de los mártires que dieron su vida, se coloque una placa que diga: A doña Carmen Ravassa por su incansable lucha por la libertad.


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